martes, 11 de mayo de 2010

Eva

Ella mordió la manzana sin quitarle la piel.
Fueron primero pequeños mordiscones,
después dentelladas salvajes.
La serpiente esperaba agazapada
que llegara el momento.
Pero pasaba Adán,
ese hombrecito insignificante,
desnudo,
incompleto
- se rumoreaba en Edén que le faltaba una costilla -
y Eva descargó en él toda su lascivia.