viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad

Me gusta decir que no soy creyente.
Me autodenomino agnóstica, más por la comodidad de no tener que dar grandes explicaciones que por convicción. Ni creo ni dejo de creer. Ante la pregunta sobre la existencia de Dios, me encojo de hombros, pongo cara de intelectual que está más allá del misticismo espiritual y digo: ni idea.
Pero festejo Navidad.
Muchos dirán que es porque no me gusta perderme ningún brindis o por miedo a que no me sean otorgados los regalos del arbolito. No es así. No del todo.
No creo que María haya sido concebida por el Espíritu Santo virginalmente, pero creo que la concepción es un milagro. La tuya, la mía, la de Jesús.
Si - como dicen - Dios es nuestro Padre Celestial, no tengo por qué dudar que también fue padre de Jesús. No sé que tan orgulloso estaría el iracundo Señor de él, que predicaba amor y no destrucción, dar la otra mejilla en lugar de matar bajo el agua a todos los que no obedezcan, tolerancia y no convertir a las mujeres en estatuas de sal.
Yo no sé que tan orgulloso estará nuestro Padre, pero a mi me cae bien este hermano un poco descarriado. Supongo que algún mérito habrá que darle a María y a José, que lo criaron. Gran parte del mérito, en realidad.
Así que yo festejo que haya nacido, festejo el milagro de la vida, festejo que después de milenios su mensaje no se haya perdido, festejo a esos padres que educaron a su hijo con preceptos de amor, respeto y tolerancia.

Feliz Navidad.
Festejen y Amen (así, sin acento).

martes, 6 de diciembre de 2011