lunes, 27 de diciembre de 2010

Amores de morondanga IV

Harta de cocinar perdices, la señora de Azul colgó el delantal en la cocina y antes de partir dejó sobre la cama una nota que decía:
Colorín Colorado.

martes, 21 de diciembre de 2010

Ya viene Navidad y no es cuento

Y se vienen las fiestas nomás.
Ante la expectativa de la reunión familiar ya estoy al borde de las lágrimas.
Porque uno cree que organizar una cenita con los de siempre es sencillo, claro.
Pero no, señor. No es moco de pavo.
La pregunta del millón en estas fechas es qué comemos.
Cuando consultamos a los hombres de la familia, ellos no dudarán en decir que cualquier pavadita está bien. Entonces procedemos a informar que comeremos sandwiches de miga y empanadas. Rico, fresquito y no se ensucian platos. El menú perfecto, bah.
El primero en quejarse es el nene*.
- Dejate de joder. Preparen algo como la gente, che - y luego añadirá como si fuera una sentencia digna de aparecer en algún libro de filosofía contemporánea - Navidad no es Navidad sin lengua a la vinagreta, vitel tone y mayonesa de ave.
En ese momento el silencio será abrumador porque recordaremos, aunque nadie se atreverá a mencionarlo, que la encargada de la mayonesa es la tía Lili que este año discutió con nuestra madre y estará ausente. Porque convengamos que una cosa es estar peleado con la familia en Junio u Octubre y otra muy distinta es pelearse en Diciembre. Es casi una tragedia.
Huyendo de temas espinosos, arreglamos rápidamente que habrá vitel tone, lengua a la vinagreta, sandwiches de miga y asunto terminado.
El otro tema a tratar es el de los regalos. Acá los roles se invierten. Los que preguntan son ellos y nosotras respondemos que cualquier cosita está bien. Total, después tendremos todo un año para criticarlos por tacaños.
Mis hijos, que son tan modestos a la hora de pedirle a los abuelos, pedirán en casa regalos que me mantengan endeudada hasta la Navidad que viene. Como yo soy una mujer con el no fácil, no me complico. Hablo de la crisis económica que azotó al Polo Norte y sanseacabó. Confieso que igual termino cediendo la mayoría de las veces y dando sermones interminables acerca del valor de las cosas y haciendo una lista de todos los juguetes que han roto**. Igual el mayor podrá cara de limón porque la bicicleta era verde musgo y no verde moco y el menor se entusiasmará tremendamente con la pelotita de ping pong que le trajo la tía, abandonando el regalo de Mamá Noel en un rincón.
Como todos los años, el abuelo repartirá pistolitas de agua con la que los niños procederán a bendecir la mesa navideña y las madres procederemos a confiscar.

Cualquiera diría al leer estas palabras que los preparativos festivos son terribles.
Y sin embargo disfruto de cada momento, de cada elección del papel para envolver los regalos, de saber que mi hermano estará en casa para Navidad, de ver a mi padre todavía a la cabeza de la mesa, de pensar en la ropa que voy a usar como si se tratara de una fiesta de gala.
Porque es una fiesta de gala.
Porque es una fiesta con los que amo.





*Cabe mencionar que el nene tiene 30 años y es mi hermano.


**O sea, de todos los juguetes que han tenido.







sábado, 18 de diciembre de 2010

Apuesta al destino

No llorés, por favor. Te juro que no juego más. Te prometo que voy a recuperar el auto y la escritura de la casa. Voy a agarrar ese laburo que me ofreció tu viejo para saldar todas las deudas, quedate tranquila. Pero no te vayas. Si vos te vas, yo no voy a tener fuerzas para luchar, mi vida. Ya la peleamos juntos otras veces. Vamos a salir ahora también.
Te lo puedo apostar.

martes, 14 de diciembre de 2010

Historias de papá II

La gorda Carmen era, ante todo, una entusiasta.
Fanática del equipo de fútbol del pueblo, Club Atlético Quenumá, no faltaba a ningún partido y estaba siempre dispuesta a repartir agua en el entretiempo y sánguches de milanesa al final, si ganaban.
Aquel día, y andá a saber por qué fatalidad, Carmen llegó a la cancha con el partido empezado. Desesperada se acercó al alambrado.
- ¿Cómo van? ¿Cómo van? - le preguntó ansiosa a uno de los sentados en el banco de suplentes.
- Cero a cero - le contestó el tipo, sin sacar la vista del partido.
- ¿Ya? - se lamentó casi al borde de las lágrimas - ¡Lo que me perdí!

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cuentas claras

No sé por qué me mirás con esa cara. Yo te había dicho que no te enamoraras de mí ¿o no? Y te aclaré mil veces que no me voy a ir de mi casa.
¿Que te dije que te amaba? Ya estás grande para no saber que entre las sábanas un "te amo" significa otra cosa.
Vamos, no llores. Tomate el café y calmate. Estás haciendo un papelón.
Y no te preocupes por el mareo, que solo te di una dosis baja. En un par de horas se te va. Es una muestra de lo que te puede pasar si volvés a aparecer en la puerta del Colegio de mi hija, nada más.

Dejá, la cuenta la pago yo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Coleccionista

Nunca pude entender su manía de guardar todo: tuercas sin tornillos que encontraba en la calle, revistas húmedas, almanaques de décadas anteriores, llaves que nunca supimos que puertas abrían. Todo iba a parar al cuartito del fondo, organizado en los frascos de mermelada vacíos que me prohibía tirar y en los estantes que mandó a hacer con los postigones de madera viejos que encontró en aquella obra en construcción.
Lo que para algunos es basura, para otros es un mueble. Todo sirve, negra - me decía cada vez que yo intentaba protestar por algún cachivache que metía en casa.
Y llegó el momento en que el cuartito le quedó chico y empecé a encontrar frascos con clavos oxidados entre el café y la yerba, en la alacena.
Lo que hay que reconocer es que mantenía un orden: las zapatillas rotas y sin su par iban en el dormitorio, los envases de telgopor los dejaba reducidos a bolillitas blancas que iban a parar a la bañera, los pedazos de vidrio en el bajomesada con excepción de los de colores, que ponía en la repisa del comedor.
Cuando dejó de ir a trabajar para poder salir a recorrer volquetes empecé a preocuparme, pero pensé que se le iba a pasar en unos días.
Que sé yo, a lo mejor tendría que haber hecho algo antes. Tiene razón, agente. Pero, por favor, ayúdeme a encontrarlo. La última vez que lo ví llevaba una camisa rota en los codos, dos talles más chica y un jean emparchado entre las piernas con tela de corderoy verde. Estaba entre los clavos y las piedritas de colores.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Transacción

El chirrido de la puerta de entrada me avisó que ya estabas en casa. El reloj digital señalaba las 4:27 am. Pude adivinar que te sacabas los zapatos y la ropa en la habitación de al lado, aunque no hiciste ruido.
Te metiste en nuestra cama con sigilo, mientras yo simulaba dormir. Enseguida pude sentir el olor inconfundible que traes cuando estás con ella; una mezcla asquerosa de su perfume barato con el tuyo, sudor y cigarrillo.
A la mañana te pregunté por la reunión y me dijiste que había sido larga y agotadora. Sonreí comprensivamente.
Tomaste apurado el café antes de salir para la oficina y me preguntaste si necesitaba algo. Sin perder la sonrisa te dije que me dejaras plata, que iba ir al shopping con Laurita y ya había agotado el límite de la extensión de la tarjeta. Inmutable, llevaste tu mano al bolsillo del pantalón y sacaste la billetera.