miércoles, 13 de marzo de 2013

Cotidianas

- Mirá, mami, tenemos nuevo Papa - dijo Manuel, mirando las noticias.
- ¿Ya dijeron quién es?
- Si, se llama Habemus.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Vida de perros


Yo no sé si a tu perro le gusta ladrar a lo bobo,
mi perro no, no quiere no!


No sé cómo funcionará el tema de la atracción entre perros y hombres, pero entre nosotros fallaba el "dog appeal", viste. La convivencia en ese departamentito era espantosa. Se tiraba en los sillones, gruñía todo el tiempo, daba un laburo bárbaro sacarlo a pasear y a los cinco minutos tiraba para volver. La verdad, terrible. Hasta que empecé con el sistema de premios y castigos. Sencillito. Hacía las cosas bien, premio. Hacía las cosas mal, castigo. Y paciencia, claro. Mucha paciencia. No creerás que las cosas cambian de un día para otro.
Pero ahí lo tenés. Mansito, mansito.
Ahora me voy porque me está por tirar el palito de nuevo. Y si, es un poco infantil para la edad que tiene, pero juego un rato y esta noche ligo carne de la buena.




sábado, 2 de marzo de 2013

Papas en Barra

Antes de este Benedicto, hubo otro que también renunció.
Me explayo en Barra Libre.

domingo, 24 de febrero de 2013

Amor onírico

Supo que si abría los ojos, se iba a ir para siempre.
Era evidente que estaba soñando porque esa casa, que era su casa, no se parecía en nada a la real, excepto por la cama. Ni siquiera él se parecía a si mismo. Probablemente las manos, o mejor dicho los gestos, le pertenecían, pero el rostro era borroso. Pero era él, sin dudas. Estaba sentado, apoyado en el respaldar y tenía el control remoto en las manos, aunque no había televisor en el dormitorio. De todas maneras, insistía en apretar los botones y mirar atentamente a la nada.
Quiso hablarle, pero no había mucho para decir. Entonces se sentó, apoyó la cabeza en su hombro y también miró fijamente a la nada. Un rato largo estuvo así, sintiéndolo al lado.
Entonces las palabras brotaron.
- Te extrañé.
- Yo también, mi vida - le contestó él, que no era él pero sí era, y la besó en la frente.
- ¿Vas a volver mañana?
- Sabés que no. Algunas noches, nada más, me puedo escapar.
- Llevame con vos, entonces.
- No, reina. Necesito que te quedes acá. Todavía no llegó la hora.
- ¿Por qué, amor?
- Porque todavía no hay televisión en el Cielo. Ahora quedate calladita y dejame ver, si?

viernes, 15 de febrero de 2013

Barra libre

Despuntando el vicio en Barra Libre.

Como era en un principio, ahora y siempre.

Amen.

domingo, 22 de julio de 2012

Hasta siempre

A tempo

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar.

Eclesiastés 3:1,2


El nacimiento de Constanza Olivieri estaba previsto para el 21 de junio. Sin embargo, llegó el invierno y de la nena ni noticias. Los primeros días no preocuparon a la doctora y mucho menos a la madre, pero comenzando julio, ya se programaba la cesárea. Jorge Olivieri, el padre, se negaba terminantemente a la intervención.

- Déjenla en paz. Ya va a nacer cuando tenga ganas.

- Usted no entiende, Olivieri; hay un tiempo para todo y no se puede luchar contra eso. Es peligroso; puede traer consecuencias que va a lamentar el resto de su vida - le explicaba la doctora.

Finalmente, el 15 de julio - intervención quirúrgica mediante - nace Constanza en perfectas condiciones. A pesar de tener una inteligencia muy desarrollada para su edad, entró a la escuela con sus 6 años bien cumplidos, porque sólo los nacidos hasta el 30 de junio podían inscribirse con 5. Si bien era sociable, no pudo forjar ninguna amistad con sus compañeros de aula que realmente la marcara. En el recreo siempre intentaba acercarse a los de segundo, pero - los chicos suelen ser crueles - la rechazaban por ser más chica. Se conformó con la amistad que le ofrecían sus compañeras, sin que esto terminara de complacerla totalmente. Nunca le gustaron los chicos de su edad; le parecían inmaduros, casi tontos. En la facultad conoció a Ricardo, algunos años mayor que ella, y enseguida comenzaron a salir. Se sentía cómoda con él, pero no enamorada. Compartían charlas, los amigos de Ricardo se transformaron en sus amigos y por primera vez sintió que pertenecía a un lugar.

A los 23 años consiguió su primer trabajo. El día que se presentó en aquella oficina, conoció a Julio Richardi. Cuando lo vió sintió que su cara comenzaba a arder sin ningún motivo. Titubeó al decir su propio nombre y rió estúpidamente cuando él le sonrió.

Se encerró en el baño y lloró desconsoladamente. Hacía un mes y medio que se había casado con Ricardo.